martes, 25 de febrero de 2014

SOLEDAD, te quiero yo?


Tomando café con mi amigo Nichi, hace unos días le comente un pensamiento ya convertido en certeza desde hace tiempo… La peor lacra que invade la sociedad actual, la que la corrompe y hace que los valores esenciales se olviden, la enfermedad que en esta época de comunicación , de redes sociales, de wassap , de teléfonos móviles adheridos a las manos, de pulgares ultra rápidos en teclados minúsculos , no es otra que la SOLEDAD. Esa que hace que aunque estés rodeado de gente, no encuentres tu lugar. Esa que hace que aguantes despóticos tratos de gente que no te aprecia por tenerles un rato al lado. Esa que nos hace hacer payasadas por un poco de atención. Esa que hace que la auto destrucción sea receta diaria de esos malos doctorados que es la auto medicación, drogas, alcoholes grasas saturadas y carbohidratos a mansalva. Esa que hace no le prestes atención a la gente que te ama, porque tus propios gritos internos ensordecen su voz Esa que hace que idealices a personas que solo te tienden una mano amiga y luego encuentres más vacio por no recibir lo creído. En definitiva que dejamos a parte lo que tenemos alrededor porque nuestro estado no nos deja disfrutar de lo ganado, creyendo haber perdido, creyendo estar olvidados. Es un estado que no por ser cotidiano es normal… el típico árbol que no nos deja ver el bosque… El típico rayo que no nos deja ver las figuras en las nubes… Las típicas nubes que no nos dejan sentir la calidez del sol. Estamos enfermos, enfermos de soledad, como la pobre niña que anhela una familia y se entrega a cualquiera para conseguirla. Como el pobre borracho que se bebe litros de amargor etílico por no estar en el vacío que su señora le hace. Como el de la señora que espera que sus hijos y nietos se acuerden de ir a visitarla. Como el de los jóvenes ocultos en disfraces ocultando la dejadez de algunos padres que solo se ocupan de sus propias soledades. Estamos enfermos de SOLEDAD, porque nosotros mismos hemos implantado ese “cáncer” dejándonos de comunicar y ocupándonos de lo desgraciados que somos… ese ha sido mi mayor problema, yo estoy enfermo de eso por compadecerme de mi, y no afrontar con más ganas los avatares de la vida, haciendo sentirse solos a los que me rodean más de una vez. Hoy una amiga, me ha dicho que haga autocritica de algunos de mis actos, no me conoce lo suficiente para saber que hace años que alimento a mi conciencia como verdugo… pero realmente eso deberíamos de hacer todos un poco.

sábado, 1 de febrero de 2014

EL PETISSO OREJUDO


El “petiso orejudo” tuvo el dudoso y horrible honor de ser el primer “serial killer” infantil. Con apenas 8 años comenzó una serie de asesinatos de otros bebes y niños de menos edad que él. (Todo ello muy bien ilustrado en el film “el niño de barro” con Maribel Verdú) En su juicio le declararon “imbécil”, por no tener capacidad de notar sentimiento por sus actos. No sabía si lo que hacía estaba bien o mal, no le estimulaba ningún placer ni le producía pena o arrepentimiento por sus atrocidades. Ahora me pregunto hasta que punto podemos llegar a ser nosotros “imbéciles” pues hay de dos tipos … hasta que punto estamos anestesiado de sentimientos en nuestro declive. Esta el primer modo, como el citado ser (Petiso orejudo) de los que por modo innato no dejan de hacer maldad a sus semejantes y que por inercia y poca decencia les da igual hacer daño o tomar decisiones que dañen a sus prójimos por nepotismo o maldad. Aunque para mi estos sí que tienen un orgasmo o se sienten superiores cada vez que actúan. Esta también el segundo modo, en el que por sentimiento hacia una persona, cosa o institución de deja mangonear y hacer daño hasta el punto que el dolor es costumbre y por lo tanto se hace necesario para el individuo. Gente que acepta vivir situaciones que de primera mano y desde fuera nunca aceptaría pero que aunque le dolieran al principio ya ven con normalidad. Todos tenemos un poquito de “Imbéciles” y pocos salen de ese roll… pocos se arrepienten del mal que puede llegar a hacer a sus circundantes, así como pocos se dan cuenta que están viviendo situaciones de desespero y autodestrucción. El “Petiso orejudo” pasó su vida entre rejas en una penitenciaria Psiquiátrica hasta que murió a manos de los demás presos, por matar una mascota común. La moraleja es que le llego su “san Martín” como buen mal bicho. La contra moraleja es que murió con demasiado tarde (51 años), ya que no era re insertable ni tuvo nunca nadie que lo apreciara o hiciera cambiar, muy triste la verdad. Y como cada caso, también habría que ver por que se es de cierta forma, ya que el chico nunca tuvo hogar, cariño o nada parecido en su defecto recibió malos tratos, enfermedades y desidia.