sábado, 12 de febrero de 2022

ALARMA DE ARAGÓN

Hace unos años, en una de mis tantas transiciones, me escapé  para desfogarse al "balneario pallarés", allí moré tres días en paz, incluida la charla con unos paisanos de allí, que me amenizo la entrada al sitio, guardo un buen recuerdo de ello y como así fué, mi lola me dio una sorpresa invitándome a Alhama de Aragón al balneario del mismo nombre.
Llegamos al pequeño pueblo, en apenas dos horas de coche, y esperamos unas cañas hasta la hora de "check in", que se dice ahora con los anglicismos. Nos resultó extraño que sólo hubiera un bar-pub de crapulas abierto y que nos tuviéramos que autoservir en la terraza del mismo.
Entramos en el hotel, y bueno, no parecía demasiado desangelado, bajamos a comer al pueblo, púes nos pareció cara la oferta del lugar de pernocta.
Después de recorrer las calles cuasi desiertas, a las 14 horas del día, con casi todo cerrado, solo nos decidimos por el restaurante "el molino", el cual con dos camareras y un cocinero y apenas 12 mesas, tardaron en servirnos demasiado, aunque quedamos contentos con la abundancia y la calidad de la comida, todo muy bueno.
Ya de nuevo en el balneario, nos dispusimos a bajar al primer chapuzón de chorros precontratado, 45 minutos de relajación, más cual fué la sorpresa, de la abrupto trato del personal, que se limitaban a decirte, con malos modos que no tenían hora, en servicios ni terapias posibles, que venían en el catálogo , como digo, nada tenía hora ni servicio que darse, nos subimos algo decepcionados.
Ya demasiado cansados después de otra vuelta por el pueblo sin posibilidad de cenar en el pueblo solitario, nos subimos a la cantina del lugar del hospedaje, no tenían personal, sólo una muchacha desbordada por el aluvión de gente que pensó lo mismo que nosotros y que esperaba un servicio acorde con el lugar de 4 estrellas, en el que contrata estar.
Después de unos combinados, y charlar con la desbordada camarera Valenciana que allí trabajaba, una pena que el staff del lugar estuviera tan mermado.
Al día siguiente, preguntamos en recepción si podíamos cambiar el horario del baño precontratado, para poder ir a una excursión al monasterio de piedra, lugar precioso y muy recomendable... ¿y adivinad cual fue la respuesta?, con una ínsula superlativa..."que no", efectivamente, " no había hora para cambiar"
Nos pasamos la mañana, en el lugar citado y cansados ya a medio día decidimos volver a comer al pueblo, que ya siendo lunes, creía más poblado el lugar, como casi siempre me equivoqué.
El pueblo seguía desierto, desangelado, no pude ni comprar puritos o lotería en el lugar, que es costumbre en los pocos viajes que disfruto y al final intentamos comer en el mismo restaurante del primer día, cuando sorpresa me lleve, que a las 14,30 y con casi todas las mesas llenas, nos comunicaron que la cocina estaba cerrada, por el agobio que las camareras muy amateurs que servían en el establecimiento, que tanto gustó unas horas antes.
Sin más remedio, nos dispusimos a comer en el balneario, sin entrar en muchos detalles, solo decir que un catering, de fritos, fiambres de tercera y ensaladas pasadas,  no valen 22 € , en cualquier "wok" de centro comercial te vale 10€ y con más calidad y oferta variada que en aquel sitio, que hasta parecía sentar mal el uso del comedor por parte de algunos
Trabajadores.
Otra vuelta por el pueblo comprando en una tienda de suvenirs  para la familia, descubriendo os un ¿por que?, De qué un pueblo tan nombrado estuviera tan desanimado. La vida laboral de Alhama, se basa en los dos balnearios que allí tienen, el cual uno estaba cerrado por obras y en el que me hospedaba, cerraba la semana siguiente tras el fin de año, ello juntado con las continúas olas de la pandemia, parece que desactivaron las "ganas" de tener servicios mejores o mínimas para tener abiertos para la poca clientela que presumian ... y vuelta al plan de la noche anterior púes no había más oferta, otra noche a dormir con el ruido del climatizados y la higiene justa, después de cenar en el mismo sitio algo más vivo de servicio, imagino por las quejas que se darían de clientes por la anterior noche.
Último día de estancia y decidimos volvernos antes de tiempo púes no había demasiada víspera de animarse el asunto.
Hicimos el "check out", después del desayuno de 5° categoría, fue un bochorno innecesario, el tener que aguantar, a la recepcionista cantar en voz alta lo que habíamos consumido en el pub en esos días, tal vez esas consumiciones le pagarían el sueldo....salimos, decidiendo comprar más recuerdos y detalles para la familia, otra tienda con otra mujer que quería venderte todo lo que allí ofrecía y como la tienda del día anterior, con mucha amabilidad y gracia, explicándonos, como la anterior citada, la denominación de origen, de chocolates, cervezas artesanales, vinos, caramelos de Aragón y miel.....
Partimos a Madrid con  un sabor agridulce, el monasterio de piedra fue lo mejor, pero el trato del hotel, recuerdo de 4 estrellas, pésimo, el pueblo solitario, casi muerto y muy poca vida que resucitar, comentando la falta de profesionales en los establecimientos,  siendo conscientes de la situación y por experiencia, creo que en vez de desidia y apatía, para dejar morir el pueblo, podrían aprovechar por el tirón de los balnearios, para hacer patria y de su capa un sayo para tomar nombre en sus restaurantes, y así fuera de temporada de rutas de aguas ser referente y parada, como camino de paso para el citado Monasterio de piedra, que si tiene turismo todo el año.
Y si te para gente para comer, lo hace también para consumir y comprar en el lugar.
No se, cuando se entra en "bajon" es difícil ver salida a algo, pero muchas vidas y sobre todo un precioso pueblo, depende de aprender a volar de otras formas, sin depender del mayoritario atractivo.